La Forca

Este castro se ubica al este de la localidad de Noceda, ocupando la parte superior del cerro de Juan Villar (928 m), limitado al este por el arroyo de Las Rozas y al oeste por el río Noceda. Se trata de un castro de planta alargada en dirección SO-NE, formando la delimitación más clara del castro un foso y una fuerte pendiente al sur. Al norte, sin embargo, se observa un abultamiento que parece un parapeto que en esta parte separa el recinto del castro de la zona más accesible por el norte (Álvarez, 1993: 25). Algunos derrumbes que parecen existir en ciertas zonas de la ladera pudieran indicar que existió una muralla o algún tipo de construcción para contención en el borde del recinto, aunque esto no puede confirmarse con seguridad dado lo alterado de la superficie. En la ficha de inventario de este enclave, redactada en el año 2000 por Y. Álvarez (Ten-a-Arqueos), se afirma que hacia el río la pendiente es bastante fuerte y no aparece ningún tipo de defensa artificial, mientras que hacia el este es bastante más difícil determinar si existen o no defensas porque está alterado por los cultivos. El castro está ocupado por castaños y algún rebollo. En superficie se ha observado gran cantidad de piedras careadas y restos de tégulas y ladrillos, así como algún fragmento de molino circular de granito (Álvarez, 1993: 25). En este castro, único de la zona no relacionado con una explotación minera, se realizaron dos sondeos en 1992, dirigidos por Yolanda Álvarez González. Estos trabajos arqueológicos permitieron confirmar la existencia de una fase romana en la ocupación del castro que, dadas las características de la cerámica constatada, debe adscribirse a momentos tardíos, aunque no puede asegurarse que no existiera una ocupación anterior. En uno de los sondeos, planteado en la parte norte del enclave, al pie del caballón, se documentó una tumba de lajas y bajo ella, y por lo tanto anterior a la misma, un enlosado formado por grandes lajas de pizarra. En el otro sondeo se localizaron también restos de tumbas en la mitad norte, mientras que en la mitad sur de la cata apareció un fuerte derrumbe de cantos y pizarras que asimismo alcanzaba la parte oeste del sondeo. Al profundizar en la excavación del sondeo se documentó un enlosado de grandes lajas de pizarra y restos de un muro apoyado sobre la tierra natural. Tras ampliar la cata se comprobó que el enlosado de grandes lajas de pizarra correspondía a una zona de paso del asentamiento romano que se dirige hacia la parte alta del castro, a modo de calle, enmarcada entre dos muros de grandes cantos trabados con arcilla y careados al exterior. La construcción de esta calle, que tiene dos alturas, aunque la diferencia de cota no es muy grande, mostraría cierto grado de urbanismo en la construcción del poblado. Por otro lado, la calle de época romana está alterada por la excavación de varias tumbas que indicarían la existencia de una necrópolis sobre el castro. La tipología de las tumbas exhumadas (enterramientos enmarcados con cantos y dispuestos en dirección O-E) evidencia costumbres medievales, aunque es de cronología imprecisa (Álvarez, 1993: 23-28). Mañanes (1988: 73-74) también se hace eco de la aparición de tumbas en el yacimiento: "En la parte SO aparecen tumbas de forma alargada hechas con grandes piedras de río".